Soltería femenina/soltería masculina

bastaSoy una mujer en sus treinta, viviendo en un país conservador, en vías de desarrollo, en el siglo 21, y esto no puede seguir así. Soy alegre, agradecida, entusiasta, correcta y me fascina la vida, pero siempre hay alguien que gusta de tirar para abajo al que está bien. Esa gente que si ve a una persona con proyectos, pasatiempos, personalidad o simplemente que no es su hobby andarse quejando, tiene que cagarle el día con un comentario sobre aquello que no tiene. En mi caso, por el momento, un pololo.

No pasa una semana sin toparme con una desubicado que gusta de hacerme sentir mal por mis decisiones o estilo de vida. Siempre es alguien que no tiene idea de mi historia o mis principios, que básicamente no sabe nada sobre mí, pero se siente con el derecho de mandarme a buscar un hombre, a casarme, o a tener hijos. A veces con frases que hasta mi abuela nunca ha usado, como «se te está pasando el tren».

Estas personas no son todas religiosas o viejas necesariamente, es gente común, del trabajo, de un curso que tomaste, de la calle, de todas partes. Antes nunca respondía mucho, me alejaba y listo. Sin embargo, si estoy escribiendo esto es porque claramente me molesta ese machismo, es agresivo pasivo y es muy reduccionista. A mi me encanta mi vida, y me encantan los hombres que me encantan, cuando me encantan y cómo me encantan. Y eso lo decido yo, y no le debo explicaciones a nadie.

Lamentablemente, hay un modo de vida único en lugares como Chile, donde todavía el único fin de una mujer es reproducirse y ser ama de casa. Eso me sofoca, si hay algo que no seré por lo menos hasta los 40 es: ¡ama de casa! Soy una profesional, me gusta viajar, no me alcanza el día para hacer todo lo que quiero y si bien tengo una gran sentido maternal, no existo solo para la conservación de la especie. Soy mucho más que eso.

De todas las cosas que este tipo de personas metiches me dicen, he notado que principalmente el hecho de no estar casada les molesta. Parece incluso hervir la sangre de una mayoría a mi alrededor. Mi círculo es diverso, tengo todo tipo de amigos, voy a todo tipo de lugares, literalmente me muevo mucho y soy muy inquieta. Pero el tema de la pareja matrimonial, con firma y todo, parece ser una meta que tranquiliza al entorno y tengo mis propias teorías al respecto.

Lo primero que se asume en nuestro país sobre una mujer soltera es que podría ser promiscua. Una mujer libre o con la opción de elegir, molesta. Es como si estuviera disfrutado demasiado y eso estuviera socialmente prohibido. Es absurdo que algo así ocurra en esta época, pero está demasiado enraizado. Por otra parte, una mujer soltera y promiscua, es un peligro para el resto de las mujeres, muchas de las cuales son inseguras y posesivas. Sí; temen que les levanten a sus maridos. Me lo han reconocido muchas veces. Inseguridad pura.

Otra cosa que se puede pensar, es que una mujer adulta y soltera sea muy exitosa en lo que hace, por ende no necesita un hombre que la mantenga. De hecho, algunas veces me han preguntado derechamente cuánto gano, mientras no se lo preguntan a las personas que están literalmente paradas al lado mío. Eso es asumir que el amor tiene razones económicas. Las puede tener, sabemos que ocurre, pero si la curiosidad te mata, igual no debes preguntarlo. Confieso que siento rabia cuando veo que aun existe este esquema de pensamiento tan generalizado. Es frustrante a estas alturas de la historia de la humanidad..

photoshop-g53217b80b_1920También ocurre que, como es tan obtuso el pensamiento, si una mujer está soltera se asume de inmediato que es lesbiana. Esta es la premisa más absurda de todas, porque ser gay no es sinónimo de soltería y porque se omiten todas las miles de razones por las cuales alguien puede no tener pareja. Es de un simplismo tal, que ilustra una sociedad de forma muy precisa; vivimos en la mentalidad de 1920.

A veces es difícil aceptar que por mostrarme como soy, debo recibir tanto hostigamiento. Me logran echar a perder el día cuando otros creen que pueden arrojarme sus impertinencias y pésima educación. Siento que es burdo no saber crear una conversación de interés, amena y asertiva, más allá del estado civil de otra persona. Pero además, es vulgar, como si los sentimientos del resto fueran asunto de todos. Y eso no es así; la intimidad debe siempre permanecer íntima.

Cuando un conserje me dijo: «tan solita, está solterita«, le dije «no, soy viuda». Nunca más me molestó. Cuando en un carrete, el pololo de una amiga me dijo «ya, pero cuándo vas a presentar pololo», le dije «Nunca, porque me gustas tú». Se quedó callado. Cuando una amiga insistió en presentarme a alguien -siempre es el hermano de su marido, o su jefe, o gente que yo ya he visto y no me ha interesado- le dije «¿de verdad crees que te necesito a ti para conocer a alguien?». Se ofendió.

Porque esa es la firme, la verdad que tanto les duele, y por la cual buscan agredirme de vuelta; yo no necesito sus comentarios. No les pedí su opinión. No estoy para su mente pequeña e infantil, de la época de las cavernas, ni menos acepto que busquen desmoralizarme. Yo estoy por sobre todo eso cuando decido ser feliz como quiera y con quien quiera, y en mi fuero interno lamento que eso resulte tan ofensivo, pero no lo voy a transar.

En general, soy admiradora de las personas autónomas, independientes, fuertes, que se bastan a sí mismas. Me resulta patético un adulto con dependencia afectiva, que no puede o no sabe estar consigo mismo, o que no imagina que hay muchos modos de vivir. No hace falta viajar, ni hacer terapia, ni ser tolerante; no, es puro sentido común; vive y deja vivir.

He sacado para siempre de mi vida cotidiana a personas entrometidas, que se creen mejores por sus opciones o decisiones, que tiene la desfachatez de cuestionar al resto, muchas veces creyendo que pueden incluso humillar a los demás. Esa gente no tiene creatividad para imaginar lo mucho que hay para vivir, para gozar, para descubrir, para sorprenderse y para equivocarse también, son como personajes sacados de una novela añeja. Empolvada.

Yo viví toda mi adolescencia y juventud enamorada. No de uno, sino de dos, tres y hasta cuatro al mismo tiempo, escribiendo poemas de amor sufridos, absurdos, pololiando, buscando, conociendo hombres, uno tras otro, sin parar, agotadoramente incluso. No se llega a la adultez queriendo perpetuar eso. Era pura mezcla hormonal con los sucesos de mi propia historia de vida. Ahí nunca hubo amor. ¿Pudo haber deseos de no estar sola? Sí. ¿Deseos de que alguien me amara y protegiera? Sí. ¿Deseos de pasarla bien, experimentar, crecer, enamorarme? Claro que sí, y, en el fondo, eran todos deseos normales, de las etapas y de la edad.

Pero soy una tipa que busca crecer; muchos deseos los debía resolver yo, y no un otro. He estado dispuesta a pagar los costos de ser consecuente, de tener claro que a la única que debo explicaciones es a mí. Y si eso molesta a otros, bueno, tomo el mal rato y trato de trabajarlo sabiendo que ese es su asunto y no el mío. Es un desafío, sin duda, y espero que me sea cada día más fácil cruzarlo. Tiene que ver con poner limites y dejar en claro a otros hasta dónde pueden llegar.

Lo cierto es que no tengo sentimientos de culpa por ser fiel a mi misma, por saber reconocer cuándo necesité estar conmigo y dejar de perder el tiempo en situaciones que no correspondían. En mi vida nunca he sido más feliz que estando soltera, sería largo de explicar aquí, pero es así. No me disculpo por saber qué quiero, por saber distinguir amor de otras cosas o por no darle en el gusto a los demás.

Al final, lo que corresponde no es preguntarle a otro por su intimidad, como si fuera asunto de interés común; lo que sería apropiado es querer conocer a otros, encontrar puentes, respetarnos, y quizás, si se establecen las confianza, ahondar más sin problema. A mí me encanta conversar sobre todos los temas, pero hay maneras y maneras.

Por pudor, jamás le pregunto a otra persona por su vida personal de entrada, ni lo violento con comentarios fuera de lugar, pero comprendo el interés que todo el mundo tiene en descifrar a quien tiene al frente. Lo que ocurre es que esa persona tiene que querer conversar contigo primero. Eso se llama tacto, inteligencia finalmente.

Los prejuicios abundan en lugares como Chile, países pequeños, jóvenes, donde aun es complicado ser diferente, abundan los malos modales y el mal gusto. Me considero una persona sensata y paciente, que deja pasar la mayoría de las ofensas en primera instancia (sobretodo porque casi siempre vienen de gente que me parece tonta y que me da lástima), pero creo que es relevante tomar conciencia de cuando estamos causando un mal momento a otros de forma gratuita.

Otro motivo que muchas veces me guardo, pero que en el fondo sé que existe para que los demás me interpelen tanto por mi vida afectiva, es la envidia. No es arrogante decirlo -de hecho arrogantes son los que la sienten-, porque cuando en un contexto que no es el adecuado, alguien te interroga o te cuestiona sobre tu estilo de vida, en realidad lo que quiere es compararse para dejarte en claro que él es mejor, o bien compararse para saber si odiarte o no.

Debe ser por eso que no me interesa demasiado cuestionar al resto; yo no siento envidia de nadie, porque la única vida que me gusta es la mía.



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