«Se rumorea que nos sueltan el jueves», me sopló una amiga que trabaja cerca del Ministerio de Salud. ¿Nos sueltan? Le dije yo. Sí, me dijo. Ya, pero es que a mi nadie me amarra o me suelta, es decir, no somos animales. Lamentablemente esa jerga, esa manera de decir eso y tantas otras cosas últimamente, crea la realidad.
Palabras como cuarentena, aforo, vacuna, permiso de comisaría, portonazo, tapaboca, virus, confinamiento, etc., son la realidad hoy. ¿Cómo sucedió? Y ¿qué pasa si no queremos que la realidad sea así? Estábamos mejor, no perfecto (porque eso no es realista), pero la vida o tenía estas palabras tan agresivas de forma cotidiana.
El lenguaje es lo primero; nos comunicamos por medio de las palabras e incluso pensamos en palabras. Si cambias el lenguaje, cambias la realidad. Se está instaurando en Chile un neolenguaje, igual que en la novela «1984» de Orwell, como forma de dominación y control. Esto está a la vista, no es necesario ser demasiado experto.
El «todes» o el «niñes» se imponen con violencia y no alcanzamos a tomar el peso de lo que estamos diciendo y haciendo. Decir que se trata de ser inclusivos es una falacia gigantesca; el lenguaje siempre ha sido inclusivo -nunca ha pretendido excluir a nadie-, y cambiarlo modifica la base desde donde todos podemos comprender lo mismo para entendernos. Modificar arbitrariamente algo, genera una división extrema. Teníamos un lenguaje común, vivo, sí, cambiante también, pero no lenguas dentro de lenguas, que nos separan e incomunican.
Si antes llegaba un conquistador a una nueva costa y se topaba con un pueblo originario, ambas partes con su propio idioma, simplemente no se entienden. En un principio intentan comprender el idioma del otro, pero esto puede terminar en un serio enfrentamiento. Las profundas raíces de cada lengua son diferentes y no logran un punto medio de contacto. Fue así, en gran medida, como la incomprensión hizo correr mucha sangre. La visión del otro, puede transmitirse por medio del lenguaje, y eso da pie para la comprensión, la aceptación, el respeto y la apreciación.
La no discriminación, no tiene que ver con la inclusividad. Estamos desde siempre y por existir, todos incluidos aquí. Todos valemos lo mismo y punto, no resiste demasiado análisis (hay que poner ojo cuando nos tratan de convencer de que sí). La meta es no discriminarnos, tener una cultura de educación ética, sin la cual un cambio de palabras no consigue nada, porque es forma, no fondo. Cambiar el lenguaje es, además, la forma más agresiva de abordar el problema, porque quita el piso común y ya no podemos alcanzarnos.
Con el covid, pero también antes, nuevos conceptos moran habitualmente en la boca de la masa, creando un ambiente áspero y difícil. Nadie se imagina hoy un día sin portonazos, por ejemplo. La clase política no quiso atacar el problema durante años, es más ellos causaron el problema con una inmigración descontrolada y con la impunidad de la delincuencia. Hoy todos asumimos un portonazo como parte de la realidad, pero esta palabra no se conoce en Canadá, Australia o Suiza.
Lo mismo con las draconianas medidas covid; el permiso policial pra salir de casa, por ejemplo, está en nuestras bocas cada día; hoy tengo «permiso para salir», «saqué el permiso», «necesito un permiso», «no pude obtener un permiso»…Y así, llevamos mucho tiempo viviendo a costa de permisos. Todos sabemos que no es lo normal, pero ahí está. Pedir permiso para vivir.
El confinamiento -medida profundamente errada y sin base científica- es una norma impuesta por la fuerza, inconstitucional y altamente dañina para la salud. Toda la salud, no solo la física. Confinar es reducir la tribu, o derechamente quitar la posibilidad de conformarla, y no se puede hacer vida sin tribu. Somos seres sociales, es obvio que esto atenta contra nuestra integridad. Han aislado el espíritu, han alienado al ser. Y ese es solo el paso previo a cosas peores, a intentos más directos de robotizar toda la vida. Deshumanizarla.
Todo lo que ha pasado en el último tiempo en Chile, y en el mundo, toda la locura distópica que estamos viviendo, es dirigida y ejecutada por un grupo menor de líderes psicópatas en cargos de poder, orquestados en todo el mundo, con fines absolutamente oscuros.
Y decirlo así, tal cual como es, trae a flote otras palabras: conspiracionista, terraplanista, antivacuna, etc. Todos estos nombres fragmentan a la ciudadanía justo en un momento en que descubríamos que juntos tenemos el poder de cambiar todo. Juntos, que no significa iguales, podemos construir la vida que necesitamos, pero el «divide para gobernar», de Maquiavelo, ha imperado. Cuando ellos instauran el concepto de «igualdad», lo que en realidad quieren es destruir todos. Nuestra esencia es ser diferentes, únicos; esa es nuestra belleza, nuestra gracia y nuestro valor.
Lo primero fue la palabra, el logos. Cuando crecemos, queremos nombrar las cosas; apuntamos y preguntamos a nuestros padres para que nos digan el nombre de las cosas. ¿Qué es eso? ¿Cómo se llama? Es nuestro modo de comprender el mundo. Entonces dar el peso que tiene al lenguaje, nos servirá hoy para medir nuestra boca, demorar en hablar, esforzarnos por decir lo que pensamos, pero no repetir lo que otros instauran como ideas digeridas. Los jóvenes sobretodo, repiten como loros. Y también creen muy rápidamente en las propagandas y las ideologías. Por eso el poder los busca, para conseguir sus votos.
Principalmente, pensar antes de mencionar una palabra, para no llegar y decir lo que quieren que digamos, permitirá que no nos manipulen o dominen. No es un portonazo, es un asalto, un delito a mano armada, está penado y debe ser perseguido por la ley. No es algo que de pronto sucedió, como un zarpazo de una bestia indomable y salvaje que nadie puede controlar, no. Es un acto contra el que se pueden hacer muchas cosas, penado por ley y que debe ser combatido.
No es confinamiento, es una ilegalidad sin justificación científica, que no ha tenido resultados en ninguna parte del mundo, que está destrozando la salud mental, que destruyó el empleo, la familia, y la vida. Es un abuso, un aprovechamiento de la fuerza y el poder.
Y no; no es una pandemia, porque para serlo debe estar matando muchas más gente de la que muere hoy. matar la misma cantidad de personas que meta el cáncer o la obesidad. Los orquestadores de este circo covid lo saben, por eso cambiaron el significado de la palabra pandemia el 2009; antes pandemia era algo mortal, ahora se le pueda llamar así a cualquier virus que se encuentre en los 5 continentes, independiente de la mortalidad que cause.
¿Lo ven? Cambiaron el significado de una palabra, y solo eso les permitió justificar todo lo demás.
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